El año pasado conocimos que la división de Google de proyectos y tecnología avanzada (ATAP por sus siglas en inglés) estaba trabajando en el denominado Proyecto Ara que prepara un smartphone modular con el objetivo de reducir la contaminación de basura electrónica en el mundo y posibilitar un ciclo de vida mucho más larga a los dispositivos. Y también, por qué no, revolucionar la industria para que haya millones de desarrolladores en lugar de unas pocas grandes compañías con el monopolio de la producción.
En la web del proyecto recogen que, a pesar de la importancia que tienen los smartphones hoy en día en nuestras vidas, muy pocos saben cómo se hace uno de ellos, y que además 5.000 millones de personas no tienen uno. “¿Y si pudiera tomar decisiones bien pensadas sobre lo que hace exactamente el teléfono, y utilizarlo como un lienzo creativo para contar su propia historia? Diseñado exclusivamente para 6.000 millones de personas”.
Por unos 50 dólares los usuarios se harían con un kit inicial de un teléfono (que incluiría un marco, una pantalla, una batería, una unidad central de procesamiento de bajo coste y WiFi) y podrían elegir qué módulos extras conformarían el terminal (cámara, puertos USB, memoria externa…) o cambiarlos a medida que surgiesen innovaciones.
Aunque en un principio se esperaba que el teléfono llegara al mercado en 2015, el gigante tecnológico acaba de anunciar que será en 2016 cuando finalmente puedan utilizar los dispositivos de prueba los primeros afortunados. Sin embargo, ya hay expertos que auguran que el teléfono modular seguirá la estela de las Google Glass y será un auténtico fracaso.
Ian Morris, periodista de Forbes, cree que, aunque la idea suene como “un plan inteligente”, no funcionará porque los consumidores, cuando compran un teléfono, no quieren tener que preocuparse por añadir nuevas capacidades de hardware. “Si se cambia el puerto USB, es posible que también haya que cambiar el procesador y que definitivamente vaya a tener que cambiar el software que lo soporte”.
Para Morris, esto sería “demasiado complicado”. “La gente no quiere pensar en cosas como estas. Son conscientes de que los teléfonos móviles son caros, pero también son fans de nuevas características y estilo. Ellos realmente no quieren pensar qué módulo de cámara comprar, o qué procesador necesitan para soportarlo. Piense en los ordenadores de escritorio o portátiles, los consumidores no quieren actualizar la memoria RAM o el disco SSD, tan solo se deshacen de él cuando empieza a ir demasiado lento”.
El aspecto físico es otro de los argumentos en contra del dispositivo, ya que las fotos del prototipo también muestran un teléfono voluminoso, feo y con bultos, que posiblemente no guste la mayoría de usuarios, porque lo cierto es que “en un mundo en el que el iPhone es el smartphone más deseado, la gente quiere teléfonos bonitos y con un gran diseño y no teléfonos modulares feos”.
El periodista también explica que aunque el teléfono modular pueda ser beneficioso para el medio ambiente, hay teléfonos que tienden a perdurar en el tiempo, ya que pueden pasar por varias manos, donarse con fines benéficos o simplemente guardarse porque la gente les da demasiado valor.
Para Morris, el Proyecto Ara son como las Google Glass, “un sueño que no iba a ninguna parte”. Aunque es un buen concepto, la gente no quiere, porque para ello “la sociedad tendría que ser reconfigurada”. Puede que lleguen en el futuro, pero aún habría que convencer al público, que es lo más difícil, y si Google no fue capaz de conseguirlo con las Glass, ¿podrá hacerlo con un teléfono modular?
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