Tal vez no siempre sienta que su creatividad fluye, incluso a veces siente que se le acaba la imaginación. Quizás lo que necesita urgentemente es una sesión de simulación por ordenador. Y es que, para suerte de algunos, la creatividad puede ser espoleada con la ayuda de la cada vez más omnipresente realidad virtual. Es lo que cree al menos Simone Ritter, profesora de la Universidad de Radboud (Países Bajos).
Ritter es la cabeza pensante de un experimento que tiene un doble objetivo: por un lado, desentrañar los secretos de la creatividad, y por otro, despertar la creatividad, muchas veces “durmiente”, que todos guardamos dentro de nuestras entrañas.
Unas carísimas gafas virtuales de 30.000 euros son el eje central del experimento de Ritter. Cuando los participantes en este experimento se ponen estas gafas sobre los ojos se zambullen en una cafetería en la que todo parece real, pero sólo lo parece. Cuando los participantes se aproximan, por ejemplo, al maletín que reposa sobre una de las mesas de madera de la cafetería, este se hace más y más pequeño hasta desparecer.
En la singular cafetería virtual del experimento de Ritter, cuando las botellas de cristal se caen de las mesas, no se hacen añicos sino que se quedan suspendidas en el aire.
La “realidad” en la que se sumergen los participantes de este singular universo virtual es absurda y su deliberada absurdez es precisamente lo que la convierte en aliada de la creatividad. Enfrentado a lo inesperado y a lo extraordinario, el pensamiento humano (junto con sus complejas estructuras) es capaz de despertar del letargo.
Esta es la teoría en torno a la cual gira el experimento de Ritter. ¿Y cómo demuestra esta teoría? A quienes participan en su investigación los divide en dos grupos. Al primero lo zambulle en una realidad virtual que se ajusta a los cánones conocidos. Y al segundo en una realidad virtual que está totalmente reñida con esos cánones. A continuación, somete a uno y otro grupo a un pequeño test de ideas, en los que los miembros del segundo grupo destacan siempre por encima del primer grupo (por ideas que son tan descabelladas como creativas).
Durante los últimos años Ritter y su equipo han investigado de cerca el fenómeno de la creatividad para desmontar los mitos que han permanecido pegados a ella como una lapa durante muchísimo tiempo. ¿El mito más dañino en torno a la creatividad? Aquel que sostiene que la creatividad es una cualidad reservada única y exclusivamente a los artistas, los genios y los diseñadores con gruesas gafas de pasta. La creatividad habita en realidad en todos nosotros y podemos estimularla cuando confrontamos a nuestro cerebro con lo extraordinario.
¿Cómo confrontamos a nuestro cerebro con lo extraordinario? Con un simple viaje al extranjero, por ejemplo. Viajar a un país cuya cultura no es extraña es un magnífico “golpe de efecto” para nuestra propia creatividad. Es, de hecho, una suerte de “curso intensivo” de creatividad.
Para despabilar a la menudo “dormilona” creatividad, debemos en definitiva curarnos de nuestra alergia a lo desconocido y “divorciarnos” (al menos temporalmente) de lo conocido.
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